domingo, 25 de mayo de 2014

Cómo pensar mi país después del tuyo o Reflexiones en las postrimerías de una tarde dominical

   Hoy es 25 de Mayo. Un 25 en Santa Fe, a 204 años de la Primera Junta. Un 25 que me encontró sola en mi departamento, a 300 kilómetros de mi familia, sin asado, sin locro, solamente con el mate, un par de facturas y un plan de investigación que terminar.
   Hace algunos momentos leí una nota que un amigo español, -que hasta hace poco vivió aquí en Santa Fe- publicó en un medio digital. Entonces comencé a fraguar unas líneas que hace rato venían cocinándose en mi sinuosos pensamientos. Más allá de su opinión política con la cual estoy más que parcialmente de acuerdo, el voltio que faltaba para prender mi lamparita fue su ser foráneo. 

  Escribir algo sobre una fecha patria del país en el que viviste un buen tiempo es sólo un síntoma.
  Síntoma de un síndrome que yo también padezco: es que algo me ha robado el corazón, como a mi amigo. El ladrón es al fin y al cabo el mismo, pero con distintos colores. A él se lo robó Argentina, a mí, Cuba y su Revolución. Él escribe sobre el 25 de Mayo, yo pienso en el 1° de Enero y en la vuelta de los Cinco.
  Pienso con regularidad lo bueno y lo malo de eso Otro que es Cuba (pero que también puede ser Argentina) yo misma cambié luego de haber vivido en esas tierras. Aprendí a vivir sin tanto consumismo y más sencillamente, y admito sin rodeos que me enamoré un poco del socialismo. Veo ahora las cosas de otra perspectiva, enamorarme de otro país hizo (y todavía hace) que sea mejor persona y mejor ciudadana, hace que re-flexione sobre muchas áreas de la sociedad, sobre la economía, sobre la Universidad, sobre la Independencia, y la lista sigue.
  Presumo que a mi amigo de España le sucedió lo mismo. Pensar-nos desde afuera y luego volver-nos a pensar desde adentro con el corazón próspero luego de las experiencias que importamos, es, juzgo, una de las formas más productivas de aportar al mundo y a nuestro país una ráfaga de re-significaciones que lo mejoren, o que al menos, lo intenten.

  Hoy me alegra haber leído la publicación anteriormente mencionada, me acordé que no soy la única que padece el síndrome, que hay otras personas que re-piensan su país, sus políticas y la cotidianeidad, en este caso desde el nuestro. Los que padecemos este síndrome somos los que ponemos las cartas caídas sobre la mesa, las que nadie ve por tenerlas tan internalizadas o por estar mirando las de la otra mesa. ¿Por qué un extranjero se enamora de tu país? Tal vez para intentar salvar el suyo, para completar(se), para completar(lo) o simplemente para volver a acercártelo.



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